Las fuentes de la providencia (Providence Springs)
Cuenta la historia de alguien que quizás podría haber sido un buen hombre.
Adarve
9788417784102
2019
186
Tapa blanda
Resumen
Kit Grey, sheriff de Liberty, se enfrenta en los últimos días a
una amenaza proveniente de su pasado, en forma de antiguo compañero que juró
vengarse de él. El juez Constance, convencido de que la mejor forma de evitarle
problemas a la ciudad es alejar a Grey de ella, le encarga la investigación del
asesinato de una muchacha en la localidad cercana de Providence Springs.
Grey acepta a regañadientes el encargo y viaja a Providence, consciente
de que afronta el trabajo sin la preparación adecuada pues nunca destacó por sus
dotes policiacas sino, más bien, por su capacidad para imponer el orden empleando
la fuerza. Esta “habilidad” no siempre la empleó al servicio de la justicia; muy
al contrario, la desarrolló al margen de ella, durante una existencia llena de
dificultades, maltratos, violencia y desengaños, marcada por la progresiva
desaparición de toda aquella persona capaz de demostrarle amor o simplemente afecto.
"Solo la Providencia fue capaz de llevar a Kit Grey a aquel remoto rincón
del mundo... y lo hizo por un motivo. Las fuentes de la Providencia cuenta la historia
de alguien que quizás podría haber sido un buen hombre."
En Providence Springs, Grey conocerá a todos los vecinos de una pequeña
comunidad, quienes le informan de la posible implicación de los trabajadores del
Rancho Rogue y de un mestizo llamado Long Grass en el asesinato. Su investigación en
Providence Springs no distraerá al fantasma de su pasado, que se muestra contumaz sin
darle un solo minuto de tregua.
Capítulo I
"El hombre gris"
Se volvió con rapidez al escuchar el relincho. La mano acarició el
revólver en un gesto inconsciente e instintivo, mecánico, una maniobra tan natural
para él como el respirar, y de igual modo responsable de mantenerlo con vida, pues
fueron muchas las veces que aquel movimiento lo había salvado de una muerte cierta.
Al ver que el sonido procedía de un viejo caballo que se resistía a los intentos de
monta de su dueño, un anciano granjero llamado Sam, conocido por su facilidad para
emborracharse cada sábado y su dificultad para montar aquel jamelgo enclenque y
desgarbado, relajó su mano diestra.
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